Escribir para Sanar

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“Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, o los que no pintan o componen música, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana.”

-Graham Greeen –

El Elefante Encadenado

cadenas
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales.

Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños.

Durante la función, la enorme bestía hacía gala de un tamaño, un peso y una fuerza descomunales… Pero, después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces?. ¿Por qué no huye?.

Cuando era niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por el misterio del elefante… Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado, ¿porqué lo encadenan?”.

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, me olvidé del misterio del elefante y la estaca…

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento el elefantito empujó,tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa, porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos pensando que “no podemos” hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo lo intentamos y no lo conseguimos.
Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: “No puedo y nunca podré”.

Ésto es lo que te pasa, vives condicionado por el recuerdo de una persona que ya no existe en tí, que no pudo.

Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón…¡ ¡¡Todo tu corazón!!!.

J. Bucay

Facilitador Sistemico: del «proceso» a “artesano de contextos”

La noción de “proceso” fue un concepto que atravesó diferentes etapas del paradigma sistémico; originariamente pensado como un conjunto de eventos que se realizan o suceden (alternativa o simultáneamente) orientados hacia un fin, meta u objetivo determinado, y guiados tanto por fines como por relaciones con su entorno. En esta definición se pueden reconocer dos hipó- tesis sistémicas paradigmáticas: la teleológica, que remarca la importancia de la orientación hacia el futuro y la noción de “sistema abierto” en co-evolución con su entorno, sustentada en una concepción del cambio no-determinista. Entretejiéndose con estas nociones -vigentes en los fundamentos de la facilitación- se destacan dos articuladores conceptuales fundadores de la identidad epistemológica de “la sistémica”. Nos estamos refiriendo a los conceptos de “marco”/“contexto”, propuestos originariamente por E. Goffman (1970,1984) y G. Bateson (1976) para describir la ecología sociorelacional en la que se generan los significados que “dan sentido” a las prácticas.

¿En qué se diferencia la manera en que un facilitador se posiciona en el trabajo con conjuntos sociales, respecto a las formas tradicionales de coordinar o conducir grupos? En un sentido amplio, la facilitación es el acompañamiento ofrecido por persona(s) neutral(es) que ponen a disposición sus recursos personales y técnicos para incrementar la efectividad y eficiencia en la toma de decisiones y resolución de obstáculos en un grupo, para que sus participantes puedan concretar objetivos que el propio grupo se ha fijado. . En una cultura que ha priorizado las competencias “oratorias” entronizando al “saber argumentar” como la habilidad más valorada, el FS atiende al “hablar” de los participantes desde una perspectiva multidimensional, acompañando los esfuerzos de los participantes por clarificar(se) los contenidos, y poniendo constantemente en evidencia la complejidad y multiplicidad de las posibles interpretaciones que pueden generarse en torno de una misma “realidad”. Tal como Barnett Pearce sostuviera en el Seminario: “Modernity as a Communication Process (is modernity ‘on time’?)” (Rusia State University for Humanities, Moscow, 2005) nuestras chances de vivir en un mejor mundo social, serán mayores sabiendo discernir y elegir entre diferentes formas comunicacionales, lo que llamó “virtuosidad comunicativa”. Impregnado de esa ética, la responsabilidad que el facilitador asume no es la de impulsar un determinado proceso, apoyándose en sus creencias acerca de lo que es un “buen” trabajo productivo; por el contrario, sostenido por su convicción de que la relación entre el aprendizaje y la producción supone un proceso complejo en el que los “errores”, “desvíos” e “impasses” desempeñan un papel fundamental en la creatividad, alienta toda opción que el grupo acuerde en explorar. Desde esta posición, el facilitador colabora en mantener al grupo dentro de un curso productivo, autoevaluándose en continuidad y correlacionando sus “posibilidades” con sus “alternativas”.

En sintonía con lo anterior, es posible afirmar que el FS es un impulsor de “progresos” tanto como de “aprendizajes”

Fuente:Revista IRICE, por Saúl I. Fuks

«LIMPIAR EL RECIPIENTE «

 
 
«Emociones Autoadictivas: “limpiar el recipiente»
Adentrarse en sí mismo, sí, requiere hacer contacto con las emociones difíciles. Pero el objetivo es “limpiar el recipiente” para que la frescura pueda habitar en nosotros: que esas emociones sean oleadas, excepciones, para poder habitar nuestra interioridad con espíritu diáfano tanto como nos sea posible. En ese “limpiar el recipiente”, el trabajo sobre las emociones rancias se vuelve indispensable. Desde la antigüedad se lo ha expresado de distinta manera, y muchas disciplinas que apuntan al desarrollo psicoespiritual lo tienen como paso indispensable para acceder a cualquier otro tipo de práctica más sutil (hacia las que es tentador escaparse en vez de “limpiar el recipiente”!). Como dijo alguna vez Ken Wilber, esa “fuga hacia la luz” es como pretender hacer un “by pass espiritual”. 

Desde la neurobiología hoy se sabe que las emociones rancias, cuando se dan como un estado recurrente, generan un fenómeno curioso: la adicción a sí mismo. Así es: no se trata de una adicción a consumir distintas sustancias, sino un tipo de adicción mucho menos evidente, socialmente desapercibida: a auto-generar estados emocionales rancios. ¿Cómo es esto? Sí: las emociones ingratas (la disconformidad crónica, el resentimiento, el estado de ofensa permanente, la lástima de sí, la melancolía…) implican la presencia en sangre de determinadas sustancias bien específicas. Para quien tiene este tipo de auto-adicción, los estados de bienestar pueden generarle algo así como un síndrome de abstinencia. En ese momento del “estar bien”, ponerse mal con cualquier justificativo puede equivaler a darse una inyección de una droga, o aspirar cocaína. Y, si la persona no se da cuenta, se repite, y se repite, autogenerando una y otra vez el mismo estado emocional, con distintos contenidos aparentes. Es más: puede ser que inclusive busque circunstancias y vínculos tóxicos que le garanticen la provisión de su droga endógena. Como en muchos países se dice, “hacerse mala sangre”…
Una pregunta inteligente, entonces, es, autorrefiriendo esta información: ¿a qué emociones rancias soy auto-dependiente?. El trabajo posterior no consistirá en anularlas, decidiendo desde el voluntarismo “no sentirlas más”. Ésa es una pretensión imposible! La tarea será investigarlas, estudiar su comportamiento mediante la autoobservación, tal como estudiaríamos a una especie animal para comprender sus costumbres. Y, dado que la observación modifica a lo observado (como lo expresa la Física Cuántica), esa tarea implicará un proceso de transformación personal, poco a poco, paso a paso…
Aquí va un cuento relatado por Al Ghazali en el siglo XI, que nos habla sobre este fenómeno interior… tan antiguo como el mundo! (La adaptación del cuento es propia…):
En cierta ciudad de Oriente las tiendas estaban organizadas por calles: la de los vendedores de telas, la de los que comerciaban todo tipo de lámparas y aceites, la calle de quienes vendían pájaros en distintas clases de jaulas… Una de esas calles era la de los vendedores de perfumes, en la cual, tienda tras tienda, podían obtenerse las más exóticas y exquisitas fragancias.

Un basurero, que trabajaba a diario recogiendo desperdicios en un poblado vecino, estaba por primera vez de visita en esta ciudad. (De hecho, también era la primera vez que salía de su propio poblado, tan poco era lo que había podido viajar…).
 
Recorriendo, asombrado, las distintas tiendas especializadas, cuando comenzó a caminar por la calle de los vendedores de perfumes, de pronto cayó al suelo, como muerto. La gente trató de revivirlo con fragantes aromas, colocándolo bajo sus narices para hacerle volver en sí; mas sólo lograban con ello empeorar su estado, produciéndole convulsiones y patéticos estertores.
Finalmente apareció un ex basurero, quien conocía al desdichado por haber trabajado en su poblado, hacía mucho tiempo atrás. Con sólo dar un vistazo a la escena, inmediatamente comprendió la situación. 
Manoteando rápidamente una bolsa de residuos que estaba junto a la puerta de una tienda, tomó ago inmundo y, agachándose frente al basurero, apartó a todos los que trataban de socorrerlo. Entonces sostuvo esa inmundicia frente a la nariz del hombre, gritándole: “Huele! Huele!”.Así fue que, para sorpresa de todos, el desmayado revivió inmediatamente: abrió sus ojos, como fascinado, dibujándosele en el rostro una amplia sonrisa. Y, con el estupor de los presentes, gritó a viva voz: “¡Esto sí que es perfume!”.»

Fuente: Virginia Gawel

EL ORIGEN DEL FILOSOFAR

 

 

 

¿Por qué el hombre se pone a filosofar? Contadas veces se ha planteado esta cuestión de un modo suficiente. Aristóteles la ha tocado de tal manera, que ha influido decisivamente en todo el proceso ulterior de la Filosofía. El comienzo de su Metafísica es una respuesta a ésa pregunta:Todos los hombres tienden por naturaleza a saber. La razón del deseo de conocer del hombre es, para Aristóteles, nada menos que su naturaleza. Y la naturaleza es la substancia de una cosa, aquello en que realmente consiste; por tanto, el hombre aparece definido por el saber; es su esencia misma la que mueve al hombre a conocer. Y aquí volvemos a encontrar una más clara implicación entre saber y vida, cuyo sentido se irá haciendo más diáfano y transparente. Pero  Aristóteles dice algo más. Un poco más adelante escribe: “Por el asombro comenzaron los hombres, ahora y en un principio, a filosofar, asombrándose primero de las cosas extrañas que tenían más a mano, y luego, al avanzar así poco a poco, haciéndose cuestión de las cosas más graves, tales como los movimientos de la Luna, del Sol y de los astros, y la generación del todo”.

Tenemos, pues, como raíz más concreta del filosofar, una actitud humana, que es elasombro. El hombre…, la mayoría de los hombres se extrañan de las cosas cercanas, y luego, de la totalidad de cuanto hay. En lugar de moverse entre las cosas, usar de ellas, gozarlas o tenerlas, se ponen fuera, extrañados de ellas, y se preguntan con asombro por esas cosas próximas y de todos los días, que ahora, por primera vez, aparecen frente a ellos, y por tanto, solas, aisladas de sí mismas por la pregunta: “Qué es esto?”. En este momento comienza la Filosofía.

Es una actitud humana completamente nueva, que se ha llamado teorética, por oposición a la actitud mítica…, según afirma Zubiri. El nuevo método humano surge en Grecia un día, por primera vez en la historia, y desde entonces hay algo más radicalmente nuevo en el mundo, que hace posible la Filosofía. Para el hombre mítico, las cosas son poderes propicios o dañinos, con los que vive, y a los que utiliza o rehuye. Es la actitud anterior a Grecia, y la que siguen compartiendo los pueblos donde no penetra el genial hallazgo helénico. La conciencia teorética, en cambio, ve cosas en lo que antes eran poderes. Es el gran descubrimiento de las cosas, tan profundo, que hoy nos cuesta trabajo ver que efectivamente es un descubrimiento pensar que pudiera ser de otro modo. Para ello tenemos que echar mano de modos que guardan sólo una remota analogía con la actitud mítica, pero que difieren de la nuestra… Por ejemplo, la conciencia infantil, la actitud del niño que se encuentra en un mundo lleno de poderes o personajes benignos u hostiles, pero no de cosas en sentido riguroso.

En una actitud teorética, el hombre, en lugar de estar entre las cosas, está frente a ellas, aparece como extrañado de ellas, y entonces las cosas adquieren por sí solas una significación que antes no tenían. Se muestran como algo que existe por sí mismo, aparte del hombre, y que tiene una consistencia determinada: unas propiedades, algo suyo y que les es propio. Surgen entonces las cosas como realidades que son, que tienen un contenido especial. Y únicamente en este sentido se puede hablar de verdad o falsedad. El hombre mítico se mueve fuera de éste ámbito. Sólo como algo que es, pueden ser las cosas verdaderas o falsas. La forma más antigua de estedespertar a las cosas en su verdad es el asombro. Y por esto es la raíz de la Filosofía.

Todo sistema filosófico tiene pretensión de verdad. Por otra parte, es evidente el antagonismo entre ellos, que están muy lejos de la coincidencia; pero ese antagonismo no quiere decir, ni mucho menos, incompatibilidad total.

Ningún sistema puede pretender una validez absoluta y exclusiva, porque ninguno agota la realidad: en la medida en que cada uno de ellos se afirma como único, es falso.

Cada sistema filosófico aprehende una porción de la realidad, justamente la que es accesible desde el punto de vista o perspectiva. La verdad de un sistema no implica la falsedad de las demás, sino en los puntos en que formalmente se contradigan; y la contradicción sólo surge cuando el filósofo afirma más de lo que realmente ve; es decir, las visiones son todas verdaderas –se entiende que parcialmente verdaderas–, y en principio no se excluyen.

Pero además, el punto de vista de cada filósofo está condicionado por su situación histórica, y por eso cada sistema, si ha de ser fiel a su perspectiva, tiene que incluir todos los anteriores como ingredientes de su propia situación […]

Por el Prof. Julián Marías

Creciendo

Imposible atravesar la vida ... 
sin que un trabajo salga mal hecho, 
sin que una amistad cause decepción, 
sin padecer algún quebranto de salud, 
sin que nadie de la familia fallezca, 
sin que un amor nos abandone... 
sin equivocarse en un negocio. 

Ese es el costo de vivir.

Sin embargo

lo importante no es lo que

suceda, sino como reaccionamos nosotros... 
Si te pones a coleccionar heridas eternamente sangrantes, 
vivirás como un pájaro herido incapaz de volver a volar. 
Uno crece cuando no hay vacío de esperanza,

ni debilitamiento de voluntad, 
ni pérdida de fe.

Uno crece

al aceptar la realidad

y al tener el aplomo de vivirla. 
Crece cuando acepta su destino,

y tiene voluntad de trabajar para cambiarlo. 
Uno crece asimilando y aprendiendo de lo que deja detrás...

construyendo y proyectando lo que tiene  por delante.

Crece cuando se supera, se valora, y da frutos. 
Cuando abre camino dejando huellas,

asimilando experiencias...

¡Y siembra raíces!

Uno crece cuando se impone metas,

sin importarle comentarios negativos, ni prejuicios, 
cuando da ejemplos sin importarle burlas, ni desdenes...

cuando se es fuerte por carácter, sostenido por formación, 
sensible por temperamento... ¡Y humano por nacimiento!.. 
Cuando enfrenta el invierno aunque pierda las hojas, 
recoge flores aunque tengan espinas

y marca camino aunque se 
levante el polvo.

Uno crece  ayudando a sus 
semejantes, conociéndose a sí mismo

y dándole a la vida más de lo que recibe....
Uno crece cuando se planta para no retroceder... cuando
se defiende como águila para no dejar de volar... 
Cuando se clava como ancla en el mar

se ilumina como estrella. 

Entonces...  Uno Crece

Gracias al Anónimo

 

EL AMOR ES LIBERTAD


Una vez, un reconocido guerrero indígena y la hija de una mujer que había sido matrona de la tribu, se enamoraron profundamente y habían pensado en casarse, para lo cual tenían el permiso del cacique de la tribu. Pero antes de formalizar el casamiento, fueron a ver al anciano deiatribu, un hombre muy respetado, que tenía palabras de sabiduría para ellos.
El sabio les dijo que ellos eran buenos muchachos, jóvenes y que no había ninguna razón para que alguien se opusiera a su matrimonio.

 

Entonces ellos le dijeron que querían hacer algo que les diera la fórmula para ser felices siempre.
El sabio les dijo: Bueno, hay algo que podemos hacer, pero no sé si están dispuestos, porque es bastante costoso.

 

– Estamos dispuestos – le dijeron.
Entonces el sabio le pidió al guerrero que escalara la montaña más alta, y buscara allí el halcón más vigoroso, el que volara más alto, el que le pareciera más fuerte, el que tuviera el pico más afilado y se lo trajera vivo. Y a la mujer le dijo:

 

– A ti no te va a ser tan fácil. Vas a tener que internarte en el monte, buscar el águila que te parezca que es la mejor cazadora, la que vuele más alto, la que sea más fuerte, la de mejor mirada. Vas a tener que cazarla sola, sin que nadie te ayude, y vas a tener que traerla viva aquí.

 

Cada uno salió a cumplir su tarea. Cuatro días después volvieron con el ave que se les había encomendado, y le preguntaron al sabio:

 

– ¿Ahora qué hacemos?, ¿las cocinamos?, ¿las comemos?, ¿qué debemos hacer con ellas?
– No, nada de eso, -dijo riendo el sabio y les dijo- ¿ustedes quieren ser felices?

 

– Sí – le dijeron. ¿Volaban alto? – preguntó-, ¿eran fuertes sus alas, eran sanas,
independientes? Sí – contestaron. Muy bien, dijo el sabio. Ahora deben encadenarlas entre
sí por las patas, y suéltenlas para que vuelen.

 

Así lo hicieron. Entonces el águila y el halcón comenzaron a tropezarse, intentaron volar, pero lo único que lograban, era revolcarse en el piso. Se hacían daño mutuamente, hasta que empezaron a picotearse entre sí. Entonces el sabio de la tribu les dijo:
Si ustedes quieren ser felices para siempre:

 

“VUELEN, PERO JAMÁS SE ENCADENEN EL UNO AL OTRO”

 

(Desconocido el autor)

 

Libertad Responsable

Libertad Responsable.

Libertad Responsable

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LA LIBERTAD ES SER RESPONSABLE DE CADA ACTO, DE CADA RESPIRACIÓN, SER RESPONSABLE DE TODO LO QUE HACES O DEJAS DE HACER

 

 

 

«Hay mucha gente en las iglesias, las sinagogas y los templos. Casi todo el mundo es miembro de una religión, una nación, una familia, una asociación, un partido político, una organización de dirigentes empresariales o un club social. La gente busca cada vez más ataduras. Resulta muy agradable. Tienes mucha protección y no tienes responsabilidades. La libertad es ser responsable de cada acto, de cada respiración, ser responsable de todo lo que haces o dejas de hacer.

Aunque hable de la libertad, la gente tiene mucho miedo a la libertad. Pero, puedo decir por experiencia, que hay muy pocas personas que realmente quieren ser libres; inconscientemente saben que la libertad conlleva muchos problemas para los que no están preparadas. Es mejor quedarse en una acogedora prisión. Estás más caliente, además ¿qué vas a hacer con tu libertad? A menos que estés dispuesto a ser un buscador, un creador… Hay muy pocas personas que quieran hacer una peregrinación, profundizar en los silencios del corazón o asumir la responsabilidad del amor. Tiene muchas consecuencias.

Tendrás que disipar la oscuridad; de lo contrario, antes o después acabarás en alguna cárcel. No puedes seguir cargándote de tristeza. Transforma toda la situación y conviértete en una persona creativa antes de que la carga sea demasiado grande y te obligue de nuevo a algún tipo de esclavitud, de encadenamiento. Descubre qué es lo que disfrutas en la vida, lo que te gustaría crear, lo que te gustaría ser, lo que te gustaría que te definiera.

La libertad sólo es una oportunidad de encontrar una definición de ti mismo, una forma de ser verdadero, auténtico, y la alegría de hacer que el mundo que te rodea sea un poco mejor, un poco más bello, que haya más rosas, que sea más verde, que haya más oasis».

 No tienes nada que perder. En el camino hacia la verdad, la conciencia y la felicidad

 

 

 

                                                                                                            OSHO

 

Mitos de la madurez

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La cultura popular suele atribuir a la madurez elementos que no corresponden a su verdadera naturaleza. Hay tres mitos, en especial, entrelazados con las nociones modernas de madurez:

 

1) invulnerabilidad,

 

2) infalibilidad,

 

3) inflexibilidad.

 

En primer lugar, la madurez no es invulnerabilidad.

 

Nuestra sociedad presenta a veces la madurez como si fuese una cierta inmunidad de toda tentación o maldad, como si lo bueno y lo malo fuesen cosas de niños. Los adultos suelen creer que ya están «más allá del bien y del mal» (para usar una expresión de Nietzsche). Basta pensar en los carteles colocados en las salas de cine o en los periódicos que anuncian películas pornográficas: «Sólo para personas maduras» (como si la preocupación por la moral fuese sólo un asunto de niños).

 

La verdad, por supuesto, es todo lo contrario. Un adulto es maduro precisamente porque no necesita que nadie le diga que debe obrar el bien y evitar el mal. Actúa según sus convicciones personales y su recta conciencia. Una persona madura reconoce sus debilidades. Evita las ocasiones que pueden conducirlo al mal y busca las oportunidades para hacer el bien. Como diría Alexander Pope: «Los necios corren allí donde los ángeles no se atreven ni a pisar». Pensar que la madurez es invulnerabilidad equivale a decir que una persona no puede hacerse daño con una sierra eléctrica simplemente porque es madura.
El adulto es capaz de usar herramientas peligrosas de alto poder precisamente porque está alerta ante el peligro y toma las precauciones necesarias para evitar cualquier accidente.

 

El segundo error es el de concebir la madurez como infalibilidad.

 

Madurez no significa posesión de todas las respuestas. Nada más lejos de la realidad. Sócrates afirmó que el hombre sabio es aquél que reconoce su propia ignorancia. Mientras más madura es una persona, reconoce con mayor humildad sus límites. «La humildad, como decía santa Teresa de Ávila, es la verdad». Ni más ni menos. Y la verdad es que todos podemos equivocarnos.

 

La persona madura reconoce sus debilidades y no se precipita en sus juicios. Pondera, estudia, consulta y decide con prudencia.

 

El tercer error consiste en asociar la madurez con la inflexibilidad.

 

Algunos, equivocadamente, creen que la madurez consiste en una seriedad impasible y en una perpetua rigidez, como si el reír, el gozar de las cosas sencillas y el saber relativizar los problemas fuesen signos de inmadurez. Lo hermoso de la madurez es su armonía. Reír, conversar, apreciar a los demás, admirar las maravillas de la naturaleza…, son cualidades humanas bellísimas y forman parte de la madurez.

 

La persona verdaderamente madura sabe cuándo es tiempo de ponerse serio y cuándo de tomar las cosas con tranquilidad; no lleva su vida con superficialidad sino guiada por principios claros. El capítulo tercero del Eclesiastés nos ofrece una excelente sinopsis del equilibrio que es fruto de la madurez: Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir… su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar… su tiempo el llorar, y su tiempo el reír… su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar… su tiempo el callar, y su tiempo el hablar… Madurez significa tener la capacidad para discernir entre un tiempo y otro, y para saber lo que conviene en cada ocasión. (autor deconocido)



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